Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas, dice el tópico. Quizá la situación actual de Carrefour, el segundo grupo de distribución más importante del mundo, no llega a la desesperación, pero sí ha alcanzado un punto en el que la salida de su estancamiento actual solo podrá ser real con un cambio profundo de rumbo. Por ello, en el pasado mes de enero decidieron nombrar a Georges Plassat, de 63 años recién cumplidos, como presidente y consejero delegado a partir de junio en sustitución de Lars Olofsson, aunque desde este mes ya ejerce como director general adjunto.
No será una tarea fácil para un gestor con fama de estricto. Los resultados del primer trimestre de Carrefour conocidos esta semana reafirman la preocupación sobre la marcha del negocio en sus principales mercados: el doméstico, en el que las ventas cayeron un 0,5% comparado con el mismo periodo del año anterior, y el europeo, en el que la caída llegó al 2,7%. En total, 22.500 millones de euros de facturación en los primeros tres meses del año, un 1,5% más que en el de 2011, debido al avance en el mercado latinoamericano. El reto es de envergadura, como reconocía la propia compañía posiblemente de forma involuntaria al anunciar el nombramiento de su nueva cabeza visible: "El señor Plassat es muy consciente de la magnitud de la tarea que tiene por delante, que requerirá del apoyo de todos en la empresa". El consejo de administración del grupo francés ha puesto, por tanto, el futuro en sus manos.
Su nombramiento ha sido calificado como de acertado por la gran mayoría de los analistas. Uno de sus puntos más débiles, sin embargo, es el de su edad. La motivación de un hombre de 63 años, con una situación económica más que desahogada, y que ya ha demostrado su capacidad a lo largo de su carrera profesional, podría no ser la misma que la de un gestor con, a priori, más hambre por sacar del bache a todo un gigante empresarial. Pero no es este el caso. A diferencia de Olofsson, posee una amplia experiencia en el sector de la distribución, y ve en su nombramiento una posibilidad inmejorable de demostrar su valía en los últimos años de carrera.
El de Plassat no es el perfil del consejero delegado tipo que se prodiga actualmente. No tiene estudios en prestigiosas escuelas de negocios, sino que su formación académica se fundamenta en los estudios de gestión en hostelería en la Escuela de Lausana y de gestión empresarial en la Universidad estadounidense de Cornell. Plassat ha construido su particular forma de gestión a través de la experiencia obtenida en sus años en el grupo Casino y Vivarte.
Casado, padre de tres hijos, apodado como El Limpiador por su capacidad para reestructurar empresas que no atraviesan su mejor momento, Plassat destaca por un carácter difícil, pero al mismo tiempo motivador. Quienes han trabajado con él ponen de relieve su capacidad para escuchar y el hecho de no ser un gestor pegado a la mesa de su despacho. Conocidas son sus visitas a los establecimientos de sus empresas para comprobar que todo está en orden. Y sus broncas, si de hecho no lo está. Pero también su actitud en ocasiones demasiado autoritaria, pero que al mismo tiempo compensa con una gran fidelidad hacia su grupo de trabajo de confianza, que no suele ser demasiado numeroso, y que se dice que no será fácil de formar, precisamente por el grado de exigencia que pide a su círculo. Ese carácter no solo lo enfoca hacia sus subordinados. Su personalidad también le ha causado problemas con los máximos accionistas en ocasiones anteriores. Así sucedió en el grupo Casino, cuando desempeñaba el cargo de presidente del consejo de administración y defendía la necesidad de fusionarse con Auchan para formar un gran grupo francés de distribución. No tuvo en cuenta lo que eso significaría para los máximos accionistas de Casino, y su primer responsable, Jean-Charles Naouri, decidió prescindir de él tras casi 15 años en el grupo. Tras un paso de dos años, entre 1997 y 1999, por la dirección de Carrefour España, Plassat pasó en 2000 a dirigir el grupo André, especializado en el calzado y que con los años, bajo el nombre de Vivarte, se ha convertido en una de las referencias de la distribución textil francesa, con marcas como Naf Naf o Chevignon. Plassat posee una participación en el grupo, que tiene una facturación anual de 3.000 millones de euros, cercana al 10%, lo que le asegura una plácida jubilación.
Ahora encara el nuevo reto de Carrefour, cuya principal vía de negocio son los hipermercados, cada vez menos frecuentados por los usuarios en favor de los supermercados de barrio. Su misión será devolverles la rentabilidad y, para ello, aunque todavía no lo ha anunciado, aplicará sus recetas de choque, centradas en la masa salarial del grupo. Plassat no es un hombre que tenga que pensarse las decisiones dos veces antes de tomarlas, de ahí la confianza ciega depositada por el grupo, que le dará galones de presidente además de CEO, algo que a su predecesor le costó dos años conseguir.
Será el cuarto máximo responsable del grupo francés de distribución en los últimos siete años, el elegido para dar estabilidad a un gigante con pies de barro, cuya acción bursátil ha caído un 70% en los últimos cinco años. Los accionistas esperan que El Limpiador haga pronto su trabajo.
De él destacan su carácter difícil y su rapidez al tomar decisiones. También sus habituales visitas a los establecimientos que dirige
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